A principios de la década del 2000, María Buenaventura comenzó a investigar la historia de la comida en la Sabana de Bogotá, lugar donde vive y trabaja: aparecían aquí y allá fragmentos, relatos, recetarios, testimonios, residuos de paisajes, algunos -pocos- ingredientes, una naturaleza cultural y unas técnicas de siembra, cocción y conservación desconocidos para los mismos habitantes de su ciudad. Y un escenario de luchas, tensiones, saqueos y reivindicaciones que son sepultados en los ahogos diarios de un país de desplazamientos e informalidad y tras los velos de unos medios de comunicación pendientes de los centros de poder..
Por otra parte, la artista comienza a encontrar recetas y relatos del pez Capitán, especie endógena de la región de la Sabana y quien, como las papas, los maíces, los patos y los cangrejos, había desaparecido por completo de las mesas y, sobre todo, de la memoria de los bogotanos.
Por este camino comienza a sembrar y se une al movimiento de cultivadores urbanos y guardianes de semillas, al compromiso con las semillas libres y los ríos vivos, en una sociedad que ha crecido de espaldas a su lugar y a sus habitantes -humanos y no humanos.